2023 el año que retorné
Durante mis últimos años del secundario y los primeros años universitarios acostumbraba pasear con destino provisorio. “Salgo para lomas”, decía a mi madre o a mis tíos o a quien preguntara mi destino sin brindar mas detalle, como si aquellas palabras representaran un lugar especifico, una dirección o descripción perfectamente establecida. Quienes me interrogaban al salir quizá supondría que mi destino era el centro de lomas, tal vez la peatonal Laprida, pero ni yo sabia ni tampoco me importaba nada de ningún lugar. Me gustaba vagabundear.
Mis primeros pasos, siempre en dirección a la avenida Yrigoyen que casi nunca cruzaba, se desviaban lenta pero inexorablemente hacia Temperley hasta llegar muchas veces al supermercado COTO donde no entraba porque mi destino nunca sería el gentío o el alboroto consumista de los cines o las librerías el Ateneo.
Durante aquellos primero pasos de la habitual caminata de los sábados mis palabras comenzaban a brotar tímidamente en mi cabeza como pequeñas e insignificantes ideas sueltas, un goteo desde una fisura diminuta que finalmente sería el torrentoso mar arrasador de mi consciencia. Mis pasos lentos pero definidos comenzaban a corromper su determinación porque mis pensamientos que, como dije, comenzaban siendo observaciones irrelevante e inconexas pero poco a poco terminaban transformándose en un ímpetu de palabras estimulantes.
El ritmo de mis ideas y mi destino dejaba de importar y era allí cuando mis palabras y mis observaciones como una tormenta feroz y también mis piernas, como el resto de mi cuerpo, totalmente fatigado cedían, cuerpo y mente, cedían, a la nada y al silencio por la fatiga, una sensación solo descriptible como imposible, irreal, donde nada existía, ni yo mismo, ni el mundo ni mis ideas. Allí tenía a mi Dios que no era otro que yo.
Extasiado.
Dejé de practicar aquellas salidas sin rumbo, aquellos encuentros extasiantes conmigo, durante mas de 10 años. En el 2023 volví a salir sin rumbo que según parece toda mi vida fue mi rumbo.
