Roberto Focke
1 min readMar 17, 2024

Desperté tan optimista que horas después, a la vuelta del gimnasio, esperando que cesara la lluvia, refugiado momentáneamente en la entrada de una vieja casa, pensé que era evidencia de la existencia de Dios la perfecta rima entre la gotera en el techo de aquella casa y el ruido que hace un segundero en el reloj: tac, tac, tac, incesante, diminuta y moldeable caer de agua y de tiempo contra la firme y solida realidad que mas tarde o mas temprano cederá al desgaste y erosión y se modificará; agua y tiempo, cuya forma flexible, frágil y persistente transforma. “Hay metáfora, hay simetría, hay orden, hay Dios”, me dije.

Y mientras yo pensaba aquello, en la entrada de un opulento negocio donde indigentes envueltos en sábanas, como cigarros enormes, como momias egipcias pero aún vivas, biológicamente hablando, y sin embargo sin vida, técnicamente hablando, resistían la desprotección con telas gastadas, sucias y mojadas.

La muerte tiene su hoz porque su función es cosechar, extraer el producto ya maduro de la tierra; la muerte no es más que la misma vida. El hombre de hoy desprecia su vida y la de sus semejantes. Hoy los frutos de esta tierra duran más pero ya ni sabor tienen, me dijo un verdulero sobre el tomate.

Roberto Focke

Twitter, mínimo y claustrofóbico, y facebook con su vocación vigilante, terminaron expulsándome a medium de horizonte tan enorme como la hoja en blanco.